Qué bien se siente hacer algo que a uno le fascina. Ayer fue uno de esos días en los que uno se siente brioso. La razón residió en que a prenda se dejó un ojo de la cara para financiar un pase anual a las instalaciones de Erikdalsbadet y así poder disfrutar de lo lindo mi actividad favorita, nadar. Quizá el costo y la importancia de la actividad elevaron mis niveles de glucosa en la sangre y me dieron ese punch orgásmico.
Desde mis seis años me he dedicado a este deporte. En un principio fue para aprenderle, luego de manera profesional y recientemente como actividad recreativa que me permite estar en forma, saludable y por tener un plan de reinserción de aventura en la misma, ya contaré cuando pase, pues llevará tiempo, al menos dos años.
Me fascina nadar y todo aquello que tenga que ver con deportes acuáticos, extremos y súper extremos, pero no de los que piensan, mal pensados, jajaja. Comencé a los seis años, como mencioné, y fue más bien por presión y desición de mi madre que por gusto personal. No entiendo el por qué de su necesidad de inscribirnos a mi hermano y a mí a la alberca pues en la casa había serios problemas que el devengar en un deporte como este representaba más un lujo que una solución. Quizá sea hora de preguntarle. Hoy no veo más como imposición aquella decisión sino todo lo contrario.
La natación cambió mi vida de una manera tan positiva que hoy en día sigo practicando muchas de las enseñanzas que no sólo se realizan en la piscina, sino en la vida diaria. La constancia, esfuerzo, sagacidad, planeación, decisión etc., etc. Pronto se volvió adictivo para mí. No podía dejar de asistir todos los días a mis entrenamientos, hicé cosas tan alocadas, por el simple hecho de poder darme un chapuzón, que hoy recuerdo muchas con agrado y otras como algo absurdo y arriesgado. Entre algunas puedo decir que me largaba a nadar sin importar si estaba enfermo, a hurtadillas de castigos de mi madre, so conocimiento de que a mi regreso la cosa sería peor, nadar bajo tormentas eléctricas en una outdoorpool sin que ésta contara con pararayos, entre otras, así de osadas y "tontas" eran mis decisiones pero era un puberto que tenía mucha testosterona por aquellos anales -de años, eh-.
Mi vida estaba en función de mis horarios de natación, no hacía, ni planeaba nada si no estaba en primera mano ir a nadar. De los seis a los 16 años, más o menos, me dediqué todos los días al deporte. Avancé muchísimo y cuando menos lo sentí ya competía en eventos importantes, dual-meets, regionales, distritales, selectivos .... vinieron las recompensillas, algunas medallas y reconocimientos, llegué a juntar como 100, ahora sí que de todos los sabores y colores.
En ese espacio acuático conformé una especia de segunda familia, amistades entrañables y un entrenador que fungió en muchos casos como un padre, siempre hizo más de lo que le tocaba como profesionista. Agradezco a él todo lo que aprendí de un deporte. Hace tantísimo tiempo que no sé de él, ahora que regrese a México le buscaré y le diré lo que pienso. Luego de estar mucho tiempo en la alberca, pasados mis dulces 16, vinó uno de los momentos más terribles en mi vida. Me olvidé de mí mismo y por ende de la natación. Por aquel entonces no la cuento.
Luego vinó el período de la Uni y con ello un re-encuentro personal y con todo lo bueno que tenía en mi pasado inmediato. Me inscribí con el equipo de natación de la UNAM. Me pusé en forma y aunque ya no incursioné de nueva cuenta en el mundo profesional por no considerarme lo suficientemente apto y muchas otras vainas, recuperé mucha de mi experiencia y habilidad. Continué ejercitándome aun cuando entré a trabajar y mis horarios contaban con casi inexistentes espacios libres.
Cuando me mudé a Suecilandia busqué la forma de regresar a la alberca, de hecho, previamente escribí en éste blog de cómo es que lo logré. Esto de subidas y bajadas de lugares, situaciones, particularidades y demás me llevaron una vez más a dejar la alberca por unos tres meses aunque durante ese lapso he estado corriendo.
Total, ayer, ayer, ayer... regresé a las andadas y me convertiré en cliente frecuente de las albercas pues con la tarjetita que tengo viene el derecho de usar todas las instalaciones deportivas que la administración estocolmeña tenga. Gym, alberca, grupos, espacios y demás áreas deportivas. Mi Disneyland personal.