Hace años, sentía que no era tan significativo celebrar mi cumpleaños. Experiencias de la vida dictaron ese sentimiento. Se convirtió en patrón no darle importancia hasta que un día mi yo interno y ciertas circunstancias dieron un vuelco a la historia.
Me dí cuenta que soy yo quien decide cómo quiere estar y que lo externo, que hasta ese entonces me había "adiestrado", no debía dirigir mi vida. Todos pasamos por crecimientos personales; éste fue uno de los míos.
Ese proceso kafkiano tuvó su culminación en la Universidad. Recuerdo que mi primer cumpleaños ya en la UNAM, en mi casa por la mañana mi madre me preparó el mejor desayuno que jamás antes haya tenido, un poco a la gringa pero tan significativo que aún lo llevo en mi mente.
Luego, ya en la Universidad mis "más mejores amigos" -Miguel Ángel, Kenji, Cuauhtémoc y César- me esperaban en el salón de clases. Atendimos nuestra lección de Historia de México con la "muy" querida maestra Rumbera (a)-ella, todo un personaje, no por juzgarla, sino porque ahora que vivo en Suecia me doy cuenta que en México somos muy etiquetadores, no respetamos a la gente y tendemos a buscarles similitudes graciosas, no siempre con la mejor intención, solía vestir al estilo rumba, una mezcla rara entre salón California dancing club y puerto de Veracruz, siempre con un chiclé en la boca, era bastante "perrucha"-.
Salimos del salón de clases y nos disponíamos a hacer nuestra "santa rutina", ya bien comprarnos una guajolota, una empanada o una torta de pollo -buenísimas con harto aguacate-. Cuando me detienen en medio del pasillo e hicieron lo que solíamos hacer al que estaba más distraido y desprevenido. Tirarlo al suelo y hacerle bolita, juego de machines, ya saben. Nos dabamos unas divertidas, todos unos universitarios y jugando como si estuviesemos en el kinder garten.
Al terminar el juego se levantaron sobre de mí y me dijeron, FELICIDADES. Cada uno tenía alguna cosa que regalar ese día. Kenji me dió un reloj que siempre he aquilatado. César me invitó una comida corrida, Cuauhtémoc me dió una tarjeta y mi buen Miguel me regalo lo que hasta ese entonces significaba mucho para mí; una mezcla de todo lo que era mi mundillo. Un casette, sí, aún eran esos tiempos, aunque no soy viejo, pues tengo 25, de Alphaville un grupo de rockprogresivo alemán. Bien que sabía que me fascinaba el alemán, tanto que cuando estaba a punto de terminar mi carrera de Relaciones Internacionales me inscribí a una segunda carrera Literatura y Letras Modernas, Alemán.
Ayer, hicé un recuento de esos momentos y mi cumpleaños se ha convertido en algo emocionante. Me pone de buenas preparar lo que haré ese día. No suelo hacer planes enormes, sólo cositas que me hacen feliz como comer lo que me gusta, vestir lo que me gusta, estar con quien me siento bien y al mismo tiempo aquellos que les intereso se hacen presentes, a veces, como suele suceder, se obtiene más de quien menos se espera pero la verdad es que no espero nada, sólo ser feliz.
Cuando no deseo nada tengo todo (sic). Mi secreto es reír, reír y reír. No me había percatado de la importancia de esto pero si les interesa lean a Lydia.
Gracias a mis tres amiguitas fieles que estuvieron ayer conmigo, gracias ST. Ich liebe dich!
5 comentarios:
Felíz cumple!!! Me encanta tu actitud ...
Feliz cumpleanos! Que te la hayas pasado bien. He dejado de comentar en tus post, pero no he dejado de leerte.
Felicidades otra vez.
grattis på födelsedagen!
Komadrita!!!
Feliz Cumple, lo demás son solo deseos y esos, esos vienen solos.
MR.
Que te la hayas pasado como a tí te gusta!!
:)
un abrazote!
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