19 de abril de 2009

Torget


Sin darnos cuenta hemos caído en un patrón. Nos complicamos con pensamientos, sugerencias e intentonas de decisiones. Nos toma más tiempo del requerido y terminanos irritados, más si estamos hambrientos. Como buenos arianos la ira se apodera de nuestras acciones. Pero después viene la calma, casi o incluso más inmediata que la primera.

- Nos citamos en el centro echamos la andada rumbo al Casco Viejo, casi predecibles, pero disfrutable a más no poder. Nuestras caminatas han hecho que bajes de peso, que nos miremos más, que nos alegramos, que reímos y mucho. Andamos, andamos y andamos, pueden ser horas, ya bien en invierno, ya en verano. Buscamos espacios donde la sombra no nos atrape, si es verano; si es invierno que más da, pues se vuelve nuestro complice, te robo un beso, me robas tú otro, se convierte en el más rico y apasionante juego -.

Todo se vuelve más relajado cuando entramos al sitio "dominante" de nuestro patrón. Ese restautante-bar justo en la entrada del Casco Viejo, Torget. Esas mesitas en alto con tan acojedores cojines que invitan a distenderse en ese rincón. Nos permite controlar e inspeccionar a todo el que entra y a todo el que sale. Es como un windows shoping aunque de personas.

Una cerveza, una soda, dos vasos con agua asegura el mesero sin si quiera ofrecernos la carta. Una vez más parece que somos predecibles. Pero que coño si disfrutamos esa "rutina", salvo cuando comemos ahí y aún así se vuelve algo ya dicho, un par de club sandwiches.

Qué horas, qué momentos, qué rico.

1 comentario:

Unknown dijo...

Describiste tan padre el lugar, Rodrigo, que cuando vaya a Estocolmo quiero ir a comer ahí. Pero en fin... pues qué padre, lástima que aquí en Monterrey no haya ninguno así, =(

Bueno, que estés bien. Bye!